La obesidad es un peligro para los adultos con autismo, pero podría haber ayuda
VIERNES, 24 de septiembre de 2021 (HealthDay News) -- Comer bien y hacer ejercicio con regularidad puede resultarle difícil a cualquiera. Pero para las personas con un trastorno del espectro autista o una discapacidad intelectual, esa dificultad es exponencialmente mayor.
Muchos hombres y mujeres jóvenes con autismo y discapacidades intelectuales se enfrentan a un riesgo significativamente más alto de obesidad, y de todas las complicaciones de salud que esto conlleva.
Pero un pequeño estudio piloto sugiere que un programa de dieta y ejercicio, adaptado a este tipo de individuos, y que se ofrece en un ambiente grupal con respaldo familiar, puede frenar el aumento de peso, o incluso provocar una pérdida de peso notable.
El programa combinó las recomendaciones del Departamento de Agricultura de EE. UU. (USDA) con "la fijación de objetivos para progresar hacia la ingesta de alimentos más saludables y la participación en la actividad física", explicó la autora principal, Laura Nabors.
"También animamos a que ayuden a preparar las comidas con la familia y a compartir información con la familia para fomentar la salud familiar", añadió Nabors, profesora de la Facultad de Servicios Humanos de la Universidad de Cincinnati (UC).
Nabors citó los medicamentos y las preferencias alimenticias individuales (con frecuencia por alimentos ricos en calorías) como dos importantes culpables que pueden producir aumento de peso en estos grupos. "También quizá no prefieran muchos tipos de actividades, debido a unos intereses limitados en solo ciertos tipos de actividades", agregó.
El Dr. Dan Coury, director médico de la Red de Atención del Autismo de Autism Speaks, se mostró de acuerdo.
Los problemas sensoriales, como la hipersensibilidad a los gustos o los olores, "pueden conducir a una dieta restringida, que quizá no sea saludable, al carecer de una variedad de alimentos", anotó Coury, que también es profesor de pediatría de la Universidad Estatal de Ohio.
Y junto con los problemas de coordinación y comprensión, "parte de tener autismo es tener conductas o intereses restringidos", aseguró. "Muchas personas con autismo o problemas intelectuales prefieren estar solas, y como resultado quizá no salgan mucho a hacer un ejercicio sencillo como caminar en el vecindario, y muchos menos un ejercicio agotador como correr".
Esto puede dejar a los cuidadores ante un dilema, señaló Jean Gehricke, director asociado de investigación del Centro de Autismo y Trastornos del Neurodesarrollo.
Debido a sus problemas con la comida, podrían resistirse a una dieta equilibrada, lo que pone a estos jóvenes en riesgo de aumento de peso y obesidad, anotó. "Además, los padres quizá tengan dificultades para encontrar lugares que sean seguros para que jueguen y corran al aire libre, o tal vez tengan miedo de que su hijo tenga un berrinche o se escape en un lugar público", apuntó Gehricke.
Nabors comentó que el estudio buscaba ayudar tanto los padres como a sus hijos, al reconocer que "en estos casos [de autismo y discapacidades intelectuales], es más probable que los adultos jóvenes mejoren su salud si pueden seleccionar alimentos saludables que les gusten y hacer ejercicio de formas de las que disfruten".
Teniendo esto en cuenta, el estudio se enfocó en 17 estudiantes de la UC a quienes se ofreció un programa diseñado para adultos jóvenes con autismo o discapacidades intelectuales.
Entre enero de 2020 y abril de 2021, se ofrecieron a los estudiantes clases grupales semanales, ya fuera en persona o en línea (debido a los cierres por la COVID-19), que proveían consejos prácticos sobre una buena nutrición y el ejercicio regular. Las cases fueron dirigidas por un equipo de 10 personas, que incluían a miembros de la facultad, estudiantes universitarios y de postgrado, y un investigador sobre la discapacidad.
La información sobre la dieta se enfocó en los tamaños de porciones ideales, las recomendaciones nutricionales del USDA, la importancia de las vitaminas y los minerales, y las comidas malsanas que se deben evitar. También hubo orientación sobre cómo reducir el estrés y mejorar el sueño.
Además, se crearon metas de alimentación y ejercicio para cada estudiante. Por ejemplo, se les animó a aumentar su consumo de frutas, a ayudar con la preparación de las comidas, a beber agua en lugar de refrescos y a pasar más tiempo caminando, montando bicicleta, bailando o nadando.
Cada dos a tres meses se tomaron medidas de la estatura y del peso, y se entrevistó a los padres sobre los hábitos de alimentación y ejercicio de sus hijos.
¿El resultado? Aunque un estudiante aumentó de peso, dos de los estudiantes obesos perdieron una cantidad significativa de peso. Entre los demás, el índice de masa corporal (una medida basada en la estatura y el peso) se mantuvo constante.
Las evaluaciones de los padres fueron positivas, y tres cuartas partes de los mismos estudiantes dijeron que comían de una forma más saludable.
Los investigadores concluyeron que el programa, aunque es preliminar, parecía "promisorio".
El éxito del programa no fue una sorpresa para Kim Musheno, vicepresidenta de políticas públicas de la Sociedad del Autismo (Autism Society) en Rockville, Maryland.
Todos tipos de personas se inscriben en todos tipos de programas de entrenamiento para perder peso "porque están buscando ayuda", aseguró. "Están buscando que les enseñen cómo reconocer cuando comen en exceso, y por qué. Cómo hacer ejercicio. Quieren que les enseñen sobre los alimentos y los estilos de vida saludables".
"Creo que tenemos unas expectativas más bajas de los niños con autismo y discapacidades intelectuales", añadió Musheno. "Pensamos que no pueden aprender. Pero muchos en realidad sí pueden. Simplemente necesitan respaldo, igual que todo el mundo".
Los hallazgos se publicaron en una edición reciente en línea de la revista Advances in Neurodevelopmental Disorders.
Más información
Aprenda más sobre el autismo y la obesidad en Autism Speaks.
Artículo por HealthDay, traducido por HolaDoctor.com
FUENTES: Laura Nabors, PhD, ABPP, CPH, professor, School of Human Services, University of Cincinnati; Kim Musheno, vice president, public policy, Autism Society, Rockville, Md.; Jean Gehricke, PhD, Autism Speaks' Autism Care Network, and associate research director, Center for Autism & Neurodevelopmental Disorders, and associate professor, department of pediatrics, University of California, Irvine; Dan Coury, MD, medical director, Autism Speaks' Autism Care Network, and professor, pediatrics and psychiatry, Ohio State University, and developmental & behavioral pediatrics, Nationwide Children's Hospital, Columbus, Ohio; Advances in Neurodevelopmental Disorders, Aug. 25, 2021, online
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