La obesidad podría alterar para siempre la respuesta del cerebro a los alimentos azucarados y grasosos
LUNES, 12 de junio de 2023 (HealthDay News) -- La obesidad parece alterar la forma normal en que el cerebro responde al azúcar y a la grasa, un problema que quizá perder peso no corrija, sugiere un nuevo estudio.
"Podría explicar por qué perder peso y mantener la pérdida de peso resulta tan difícil", planteó la investigadora sénior, la Dra. Mireille Serlie, profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale.
Ella y sus colegas encontraron que, en comparación con los adultos delgados, los que tenían obesidad no presentaban las mismas respuestas cerebrales a infusiones de azúcar o grasa dietéticas en el estómago. Su actividad cerebral estaba inhibida, y no tenían la liberación normal de dopamina, un compuesto implicado en los sentimientos de "recompensa" generados por la comida.
"Nuestra interpretación es que, en general, las personas con obesidad tienen una reducción en la sensibilidad a los nutrientes", comentó Serlie.
En esencia, comentó, el cerebro "no estaba alineado con lo que sucedía en los intestinos".
Y el estudio encontró que, lamentablemente, esta desconexión no se restauró cuando los participantes del estudio se sometieron a una dieta con reducción de calorías y perdieron un 10 por ciento de su peso inicial.
Esto quizá no signifique que las diferencias cerebrales sean permanentes, según Serlie. Es posible que, con más tiempo y una pérdida de peso sostenida, las personas recuperen su sensibilidad a los nutrientes.
Pero incluso si la mejora solo se retrasa, esto sigue siendo significativo.
La investigación con animales de laboratorio ha mostrado que el cerebro no solo responde al gusto y el olor de la comida, sino que también tiene respuestas específicas a la presencia de nutrientes en los intestinos, independiente de las experiencias sensoriales de comer.
"El paso delante de este estudio es que también muestra lo que sucede en los humanos, pero la respuesta está del todo debilitada en las personas con obesidad", señaló Alexandra DiFeliceantonio, neurocientífica del Instituto de Investigación Biomédica Fralin de la Universidad Tecnológica de Virginia, en Roanoke, Virginia.
DiFeliceantonio es coautora de un comentario que se publicó junto con el estudio en la edición del 12 de junio de la revista Nature Metabolism.
Según DiFeliceantonio, la señalización sobre los nutrientes entre los intestinos y el cerebro podría ser importante en lo que las personas eligen comer. Los nuevos hallazgos, apuntó, sugieren que el sistema está "dañado de alguna forma" en la presencia de la obesidad.
Una conclusión básica, apuntaron ambos investigadores, es que una pérdida de peso duradera no se cuestión de "voluntad".
Las personas tienen que afrontar no solo los obstáculos externos (como estar rodeadas de comida basura barata y muy disponible), sino también a una fisiología que hace que los cambios dietéticos y perder peso sean más difíciles.
"Lo llamamos cerebro con hambre", observó Serlie.
En el estudio, ella y sus colaboradores reclutaron a 30 adultos con un peso corporal saludable y a 30 con obesidad. Primero, usaron imágenes del cerebro para analizar las respuestas de los participantes a infusiones de glucosa (azúcar) y lípidos (grasa). Los nutrientes se administraron de forma directa al estómago, para registrar la respuesta del cerebro a los nutrientes, no al sabor y olor de la comida.
Entre los participantes delgados, los investigadores encontraron que los nutrientes desencadenaban unos patrones específicos de actividad cerebral que estaban "intensamente alterados" en los que tenían obesidad. El segundo grupo también mostró una liberación más baja de dopamina de un área del cerebro llamada estriato, que ayuda a regular las conductas de alimentación de las personas.
Luego, los participantes con obesidad comenzaron un programa de pérdida de peso de tres meses: redujeron las calorías con la meta de perder un 10 por ciento de su peso inicial. Lo lograron, en promedio, pero la señalización de nutrientes entre intestinos y cerebro no mejoró.
Los hallazgos son solo un principio, dijo Serlie, y quedan bastantes preguntas.
Los investigadores sí piensan que la señalización de nutrientes debilitada es una consecuencia de la obesidad, más bien que una causa. Pero ni el momento ni la forma exactas en que esta señalización se altera están claros.
"Deseamos comprender qué vías cerebrales están implicadas en esta mala adaptación", comentó.
Con una mayor comprensión, apuntó DiFeliceantonio, quizá sea posible mejorar la señalización alterada de los nutrientes, ya sea a través de la dieta y del estilo de vida, un medicamento o algún otro tratamiento.
Pero nadie está diciendo que una pastilla dirigida a la señalización de nutrientes sea la panacea.
Si acaso, dijeron ambos investigadores, los nuevos hallazgos demuestran la complejidad de la obesidad y de la vía de comunicación entre intestinos y cerebro.
"Es mucho más complejo de lo que podríamos haber imaginado", aseguró DiFeliceantonio.
Con algo de suerte, añadió, este tipo de investigación ayudará a reducir al estigma que rodea a la obesidad y la pérdida de peso.
Serlie apuntó algo parecido. "Pienso que culpan a las personas", observó.
Pero, añadió Serlie, "no es una cuestión de voluntad. Es una lucha real. Y comenzamos a comprender por qué las personas tienen dificultades".
Más información
Los Institutos Nacionales de la Salud de EE. UU. ofrecen más información sobre la gestión de la obesidad.
Artículo por HealthDay, traducido por HolaDoctor.com
FUENTES: Mireille Serlie, MD, PhD, professor, medicine (endocrinology), Yale School of Medicine, New Haven, Conn.; Alexandra DiFeliceantonio, PhD, assistant professor, Fralin Biomedical Research Institute at VTC, Roanoke, Va.; Nature Metabolism, June 12, 2023, online
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